viernes, 28 de septiembre de 2012

Gorriones

Por un momento, temí haberme convertido en una estatua de arena, pues aquí sentada e inmóvil en estas escaleras de roca, aquel pajarito se me acercaba despacio. Con intriga quizá, pero no con miedo, como suele pasar. Lo miré fijamente esperando que se acercara más. Creí en ese momento que era el único ser que podía acercárseme sin ninguna doble intención, sin ningún egoísmo, simplemente por el deseo de estar cerca mío. Sus ojitos mirandome al acercarse me hacían sonreir.
Voló una bolsa, movida por el viento, espantando a aquel ser tan bello y puro. Me entristecí sólo por un momento, pues enseguida se acercaron más. Cientos de gorriones volaban y caminaban, o debería decir que saltaban a mi alrededor sin temerme. Tan feliz estaba que no pude evitarlo. Me reí. Desconsoladamente, como una viuda en un velorio ante un chiste malo, de alguien que intenta animarla.Me reí desaforadamente, como si en aquella risa estuviera ocultando todos los dolores de una vida que nunca es lo suficientemente buena. Y, como no podía ser de otra manera, los gorriones volaron lejos mio, espantados. Y entonces supe que por mucho que me esforzara, jamás sería como ellos, y ni siquiera sería lo suficientemente buena para sus necesidades como una estatua de arena. Y ahí mi risa se hizo llanto, un llanto igual de desaforado que el anterior. Un llanto desesperado, como el de aquella viuda en el preciso entonces en el que comprende que ningún chiste malo le traerá de nuevo a su ser amado.

viernes, 10 de agosto de 2012

Casualmente (o no).
Increíblemente (aunque yo creo, siempre quiero)
Encontré una foto:



Es exactamente la foto que hubiera necesitado para el cuento "sola con su amor el mar" (para quienes no lo leyeron:  http://notasdearlequin.blogspot.com.ar/2012/01/sola-con-su-amor-el-mar.html )

La comparto para que no dejemos de creer que siempre hay, en algún lugar del mundo, alguien que se puede identificar con nosotros. Y cuánto más real es esa identificación si sacamos todos los prejuicios, de nombre, edad, raza o religión y nos quedamos con lo más esencial... el arte.

jueves, 26 de julio de 2012

Anochecer


En la noche, asustan más los miedos
y las penas te lloran con más intensidad.
En la noche, el dolor es más profundo, el goce más intenso
el amor es más eterno.
En la noche, las preocupaciones son más grandes,
la angustia más terrible,
la paz más serena.
Por eso prefiero la noche
incluso en los momentos de dolor.
Porque es el mejor momento para sentir.

domingo, 22 de julio de 2012

Hoy este arlequin no tiene ganas de ser literario y solo dirá: "Estar lejos tuyo es una verdadera porquería".

Y está muy contento de decirlo, por cierto. Besos a todos !

lunes, 9 de julio de 2012

miedos

Sí, puede ser que tenga miedo. No, no es solo miedo a no estar ahí para cuidarte.
Quizá me da miedo pensar en el brillo de tus ojos viendo algo que no vas a ver conmigo. (cómo me gustaría estar al lado tuyo cada vez que sonreís)
O tal vez es que me inquieta que descubras que podés ser mucho más feliz más allá de mis caderas.
Puede ser q me de miedo que, después, me mires con otros ojos. Que me quieras menos. Que no me veas tan distinta al resto.
Puede ser que me de miedo no poder atarte a mí, o encerrarte en una cajita de cristal en mi mesa de luz.


Pero supongo que lo que realmente me preocupa
es que aunque quisiera ser egoísta, aunque en el fondo de mi ser no quiero que te alejes ni un segundo de mi ala
no puedo.
No puedo atarte, no puedo ser egoísta con vos.
No puedo porque te amo libre.
No puedo amarte sin verte volar.

Me va a doler extrañarte, me va a doler pensarte
me van a doler las noches de invierno en la soledad de mi cama fría
Pero lo único en lo que puedo pensar es en tu felicidad.
Y eso me aterra, mi amor. Me aterra que sea tan real y sincero lo que siento.


(Me dolería que fueras feliz sin mi
Pero me destruiría que no fueras feliz por mi culpa.)


Sí, puede ser que tenga miedo. Que le tenga miedo a mi frágil corazón de porcelana. (que es tuyo, tan tuyo)

viernes, 29 de junio de 2012

miércoles, 13 de junio de 2012

Romance de Rosita y un niño

-Ayer conocí un niño-dijo Rosita, y el hada supo que iba a contarle una historia de amor.
-¿Un niño?
-Sí... conocí a un niño. Fue raro. Fue lindo.
-¿Qué fue lo raro, Rosita? -le preguntó Arcoíris y, mientras Rosita hablaba, la sala empezó a transformarse en un espacio en blanco y negro, como si fuera una vieja película.
-Lo raro fue que era un niño, como de otra época, encerrado en el cuerpo de un adulto. Parecía un adulto, tenía ojos de adulto, y pelo de adulto, y hasta el dedo meñique era de adulto. Pero era un niño. Seguía siendo un niño.
-Como vos -sentenció Arcoiris.
-Tal vez por eso me enamoré de él.
-Tal vez.
-Pero creo que fueron sus ojos.
-¿Qué tenían sus ojos?
-Tenían amor.
-¿Amor?
-Si hadita mía. Cuando me miró con sus ojos de niño-adulto, vi en ellos toda la inocencia de aquel niño, y toda la sabiduría de los años, pero sobre todo, vi que estaba tan lleno de amor para dar, tan lleno. Y supe que quería ese amor para mí.
-Entonces será tuyo.
-Ojalá, Arcoiris.
Y aquella hada que amaba crear arcoíris a su paso, supo que nadie merecía más amor que su Rosita, y que sólo podía dárselo un corazón niño.

lunes, 4 de junio de 2012

Me alcanza con un par de sonrisas

Tengo hambre, tengo miedo
Tengo muchas cosas que hacer y no tengo un peso

Te tengo a vos y tengo un sueño.
¿Basta con eso?
Tengo para darte miles de besos.

Tengo amigas, tengo hermanas
Tengo hermanas amigas
Y amigas que (por suerte) elegì como hermanas.

De volar tengo ganas,
y cada mañana
cuando empiezo a soñar siento que me crecen un poco màs las alas
Llegarè a ese cielo?

Sì. Llego.
Està muy cerca.
Y aunque como Ìcaro me derrita
Te juro que no me molesta...
me alcanza con un par de sonrisas.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Una de las (tantas) enseñanzas de M. E. Walsh

Quiero tiempo pero tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor..
Por favor, me lo da suelto y no encerrado
Adentro de un despertador... ♫ ♪

Si pasan los días, los meses, los años y no escribo, no me extrañen. Por favor, mejor vayan a buscarme en los confines de este mundo, y saquenme de las garras de este terrible monstruo que algunos llaman "sistema", que no te deja pensar sin sentir culpa, y si querés pensar y no sentir culpa no te da tiempo para hacerlo, y si tenés tiempo, te inventa otras diversiones más rápidas, y menos peligrosas...

Y así se nos va la vida, a menos que creamos y luchemos por algo distinto

miércoles, 4 de abril de 2012

Escribir a mares
escribir con lágrimas, y con risas
escribir con desasón
escribir cosas lindas y cosas feas
escribir historias reales
escribir historias ficticias
escribir.
Y que todo quede obsoleto en el instante en el que me mirás a los ojos.

No tengas miedo, n'ayez pas peur. Je t'aime

martes, 27 de marzo de 2012

Quiero y no quiero decir...

Hay cosas que escribo y quedan ahí colgadas cuando me doy cuenta que demuestran demasiado mis sentimientos. Cómo cuesta, después de tanto guardarse, volver a querer.....




Y si pasan los días y no escribo, no es porque no tenga nada para decir

es que quizá todo eso que nunca quise decir, ahora es lo único que tengo en la cabeza

Tal vez es que nunca quiero decir "te necesito", porque si algo odio es sentirme dependiente

Tal vez es que si solo quiero escribir (te) me siento tonta, me siento débil

Si pasan los días y no escribo, tal vez es que no quiero extrañarte ni pensarte, ni que me cambie el humor cuando no estás

¿De verdad encapuché tanto mi corazón?

¿De verdad tanto me cuesta asumir que mi mundo se dio vuelta en una mejor dirección?

¿Por qué necesito extrañarte para entender que me hacés falta?

viernes, 9 de marzo de 2012

Encontré esta frase suelta escrita en un cuaderno viejo, y me dieron ganas de compartirla:

"A esta que soy ahora no le interesan las vanalidades, ni las no me olvides que crecen en el jardín, ni las estrellas, ni el lunar que tenías cuando me dijiste que no."

viernes, 10 de febrero de 2012

El corazon de la artesana

-Les voy a contar una historia-les dijo el actor, al lado de la chimenea, como cada día y ambas se acomodaron en sus lugares. Rosita era la más emocionada, claro.
Enseguida, el ambiente comenzó a tomar otro color, o, mejor dicho, muchos colores, porque no por nada a aquella hada le decían Arcoíris.
-¿Es una historia de amor?-preguntó Rosita
-Es una historia sobre el corazón de una artesana, pero no necesariamente es una historia de amor-contestó el actor.
-¿La artesana se llama Rosita?-aquella joven seguía teniendo alma de niña.
-Solo por esta vez. No se pueden llamar todos los personajes igual, Rosita.
-Bueno, arranquemos, que me desinspiro -puso en orden el hada, mientras hacía fuerza para mantener los colores.
-Muy bien. Erase una vez una artesana llamada Rosita. En el barrio todos la conocían y apreciaban mucho, porque era muy bondadosa y siempre, sin importar la hora, el día o el estado del clima, ella llevaba una sonrisa en el rostro.
»Todas sus artesanías eran muy valuadas, sobre todo entre la gente que la quería, que era mucha. Pero ella siempre las vendía al precio justo, y si podía, las regalaba. Sólo le importaba poder subsistir y seguir haciendo artesanías. Y, sobre todo, le importaba que quienes recibían algo de sus manos, lo cuidaran como un tesoro, porque eso eran para ella. Eran su tesoro.
»Algunas veces, ella regalaba sus artesanías a personas que creía buenas, y luego las encontraba tiradas en basurales, o en la playa, o en la calle. Y ella sufría mucho, no solo porque todo su trabajo no fuera valorado, sino porque se daba cuenta que a aquellas personas, nunca más podría regalarles nada. En general, sin embargo, volvía a darles regalos después de algunos días, pues era una persona que no guardaba rencores demasiado tiempo.
»Un día, decidió que haría su obra maestra. Y decidió también que no la vendería cuando estuviera terminada, sino que se la regalaría a la persona adecuada. Así fue, que comenzó a hacer un corazón de porcelana.
»Al principio fue un corazón como cualquier otro. Pero poco a poco lo fue decorando, con aquellas cosas que iba obteniendo de la vida a su alrededor. Le ponía gomitas de colores, plumas, dejaba que los niños marcaran sus manitos. Cada día fue más especial y más hermoso.
»Había días en los que algunas personas se acercaban al corazón de la artesana, y le daban arañazos, lo pateaban, intentaban sabotearlo. Algunos porque les parecía una falta de respeto que existiera un corazón de porcelana tan hermoso y frágil. A otros, simplemente, porque les gustaba hacer daño.
»Rosita, la artesana, empezó a proteger aquel corazón cada vez más. No quería que lo siguieran dañando. Lo barnizó, lo recubrió con sellador, hizo todo lo posible porque fuera cada vez menos frágil. Y empezó a ocultarlo de la gente. Era su obra maestra, y no quería que le hicieran daño.
»Un día, sin embargo, mientras ella miraba la luna llena, como toda buena soñadora debe hacer, alguien logró filtrarse hasta su corazón de porcelana y lo estrelló contra el piso. Ante el ruido, la artesana corrió, grtió, lloró, intentó llamar a la policía, pero fue demasiado tarde: el delincente habia huído y el corazón de porcelana había quedado hecho trizas en el piso. -el actor hizo una pausa para esperar a que Rosita, la verdadera, la niña, secara sus lágrimas.y se sonara la nariz.
»La artesana era, a pesar de todo, muy habilidosa. Y también era muy obstinada. Así fue que, luego de llorar durante muchos días a su corazón, decidió que debía recomponerlo. Que de nada valía tenerlo ahí tirado (porque claro, no lo había movido de su sitio). Que lo único que le quedaba por hacer era juntar los pedacitos de porcelana uno por uno, pegarlos, y hacer de cuenta que el corazón era igual de hermoso que antes.
»Y eso fue exactamente lo que hizo. Reconstruyó su corazón pieza por pieza, hasta que todas quedaron en su lugar. Ya no fue la misma obra maestra que había sido, claro, pero al menos tenía buen aspecto.Y parecía listo para ser regalado.
»Pero la artesana no se animó a regalar aquel corazón que tanto esfuerzo le había llevado armar. No se animó porque supuso que, si aquella persona a quien se lo diera, volvía a romperlo, le sería imposible reconstruirlo. No se animó porque sentía que su corazón podía volver a superar una caída.
»Así fue que, después de tanto trabajo, la artesana Rosita decidió esconder su corazón de porcelana remendado. Lo escondió, primero, en una caja fuerte. Pero le pareció poco. Por lo que, además, lo ató con cadenas. Y finalmente, contrató a un custodio, que se quedase los días que ella no estaba en casa, para no dejar nunca al corazón solo y descuidado.
»Y entonces fue que aquella artesana, llamada Rosita, querida por todos, se acostumbró a vivir sin su corazón. También se acostumbró a no sonreír los días de lluvia. Y a dormir por la tarde, incluso cuando no tenía sueño. Y se olvidó las lágrimas, porque ya no tuvo motivos para llorar: ya no hacía regalos que pudieran ser rotos por aquellos que los recibían. Se acostumbró a pagar las cuentas antes del vencimiento, y a vender sus obra de arte hasta entre sus amigos. Y se acostumbró a mirar poco la luna llena,por miedo a estar distraída.
-Pobre artesana, es muy triste vivir de forma tan aburrida por siempre.
-De todos modos la pasaba bien -aclaró el actor.
-Está bien ser prudente -enfatizó el hada.
-Baaaah, pero sin amor...-protestó Rosita.
-El cuento sigue -aclaró el actor,antes de seguir.
»Cierto día que no estaba en casa, la artesana recibió n llamado. Era el custodio de su corazón.
»-¿Qué ha sucedido, custodio?
»-Hay una persona que quiere hablar con usted. Le dije que usted no estaba y me dijo que no importaba. Que él venía a reparar su corazón.
»-¡Y me imagino que no lo habrá dejado entrar! ¿Si es un impostor, como todos los que han venido?
»-No lo dejé entrar señora, pero por eso la llamo. Me cuesta no creerle. Parece hablar en serio.
»-No lo deje entrar hasta que yo llegue. Voy para allá.
»Y la artesana Rosita fue. Y ahí la esperaba un muchacho, que decía que podía arreglar su corazón de porcelana.
»-Yo lo podría reparar del todo si quisiera, pero no quiero-mintió la artesana,para hacerse prevalecer.
»-Pero yo sí quiero-contestó el arreglador.-Me encantaría arreglarlo y llevármelo a mi casa. Se lo compro.
»-No es cuestión de dinero
»-¿Y entonces? ¿Cómo puedo hacer para llevármelo?
»Y luego de pensar un largo rato, la artesana le dijo que iba a tener que pasar muchas pruebas, para demostrar que no era un impostor.
-¿Y las pasó? -preguntó Rosita, ansiosa
-No lo sé-dijo el actor.
-Cómo que no lo sabés? -preguntó el hada, furiosa-¿Y qué clase de historia es si no sabés el final?
-Nadie lo sabe. Ni ella sabe el final todavía. Porque pasó muchísimas pruebas, pero la artesana nunca siente que sean suficientes para demostrar la inocencia del muchacho que quiere su corazón.
-Exceso de prudencia -comentó Rosita.
-La prudencia nunca es excesiva-repuso el hada.
-Yo tengo mis dudas respecto de ambas cosas. Creo que es exceso de estupidez-sentenció el actor.
Y así siguieron discutiendo un rato más, hasta que Rosita, la verdadera, la niña, se quedó dormida en el sofá,y fue hora de acostarse.



»Y mientras tanto, nadie, excepto aquel muchacho que lo quería reparar, se daba cuenta de que el corazón de porcelana nunca paraba de gritar pidiendo ayuda para salir de su cárcel de prudencia.

jueves, 2 de febrero de 2012

Trabajo nuevo, vida nueva. Parte de la vida nueva es que estar 6 horas adelante de la computadora, me dan irremediables ganas de escribir.

Escaparse del trabajo para escribir (escaparse mentalmente, físicamente sigo acá)
No poder escribir una gran historia, porque la imaginación cuando pienso en trabajo se me consume.
Escaparse del trabajo para escribir me da mucha más alegría que escaparme para entrar a facebook.
Parte de mi vida nueva será dejar facebook un poco (fuera del trabajo)

Leo. Escribo. Luego. Existo.

Vivo.

domingo, 15 de enero de 2012

Sola con su amor el mar

Los zapatitos de la muchacha se mueven a paso ligero. “clap clap clap” sobre la vereda. De pronto se detienen, en una pequeña garita, en mitad de la cuadra: una parada de colectivo.
            Por encima de los zapatitos, un short blanco cubre apenas sus piernas morenas, y una remera rosa de bambula le adorna el torso. Es un día soleado. La ciudad se arremolina a su alrededor de forma abrumadora. Los autos, los edificios, el smog.
            La muchacha mira hacia el cielo unos momentos, con una mueca apesadumbrada. Piensa en la capa de ozono, en el calentamiento global, en los rayos ultravioletas que ahora le dañan la piel a ella y a los demás, piensa en si se podrá ir a vivir a otro planeta cuando éste estalle finalmente, y piensa en si los habitantes de otros planetas los dejarán pasar. Piensa en que desearía estar viajando entre las estrellas ahora mismo en lugar de estar esperando ese colectivo, y suspira. Son reflexiones extrañas para personas normales, pero no lo son para ella. Lo hace todo el tiempo.
            La muchacha mira por la calle, pero el colectivo no se ve venir. Vuelve a su lugar y enciende un cigarrillo. Recuerda a su amigo, ese que le hace cosquillas cada vez que intenta prender uno en su presencia, y que le repite: “cada cigarrillo que prendés te acorta la vida en siete minutos”. Ella suele decirle que deje de molestarla, que su vida es suya y puede hacer lo que quiera con ella. De hecho, reflexiona, su vida no le importa tanto como para justificar que se aleje de su vicio. Inhala, exhala. Inhala, exhala. Suelta humo en cada acción. Lo ve irse. Cierra los ojos. Inhala, exhala.
            Cuando vuelve a abrir los ojos, el colectivo se ve cercano. Arroja el cigarrillo, sube al colectivo. “plin plin plin” las monedas caen de a una en el monedero del colectivo. “plin” moneda que cae. “plin” otra moneda que cae. Detrás de suyo, una mujer empieza a mover el pie impaciente. La muchacha se fastidia y deja caer otra moneda (plin). “ya está arriba del colectivo, por qué está apurada?” se pregunta mientras deja caer por fin la última moneda (plin). Toma el boleto y se apiña al fondo, igual que lo que a ella le parecen otras cientos de personas. Ninguna parece relajada; todas, igual que la mujer que movía el pie mientras ella ponía las monedas, parecen estar impacientes por algo. “Será que esperan del mundo más de lo que el mundo les puede dar”, piensa la muchacha, y se encoge de hombros. De su billetera, como puede, saca una foto. La mira largamente, como esperando que su visión le haga menos tedioso el viaje. Tiene tantas ganas de verlo. Aprieta la foto en su puño y continúa mirando por la ventana. Falta poco.
            Se baja, junto con unos cuantos compañeros de transporte público. Apenas camina unos pasos antes de toparse con un hombre de traje (¡Con ese calor!) que frunce el ceño y habla solo, a los gritos, por la calle. “El calor le está haciendo perder la cordura” piensa la muchacha, como si justo a ella le sorprendiera que alguien hable solo. Después ve colgando cerca del cuello del hombre un pendorchito negro. Un micrófono para manos libres. “Ah” se dice la muchacha, mientras comprende que, para su desgracia, en el mundo no hay tantos locos como a ella le gustaría. “Aunque a veces me da la sensación de que los que están mal de la cabeza son ellos…”, murmura mientras sigue su camino abstraída. No le interesan los demás en este momento. Sólo piensa en él.
            Empieza a sentir su perfume aún a la distancia. Y el sonido musical de sus movimientos. Está tan feliz que baja corriendo la escalera que los mantiene alejados, y tiene que frenar de golpe para no caerse de lleno. Está por fin frente a él. Está por fin frente al mar. Está por fin sola con su verdadero amigo.
            Busca despacio una roca en la cual sentarse a ver un rato la inmensidad del horizonte. Quiere una roca cercana, que le permita a las olas salpicarla un poco. La encuentra y se sienta con las piernas cruzadas. Allí, entre las piedras, mirando el mar, se siente feliz. Desde allí abajo no se escuchan los autos, apenas sí se siente a lo lejos el murmullo de la gente. Pero hay como un muro invisible que la separa de la civilización, y la ayuda a encontrarse consigo misma. Por eso le gusta tanto estar allí siempre que puede.
            Luego de un largo rato de estar sentada frente al mar reflexionando, acerca de las cosas, acerca de la vida, o simplemente disfrutando de la espuma blanca de las olas chocando contra la escollera, la muchacha descubre a otra que, a su derecha, también mira el mar. Y llora.
Está sola.
            “Debe llorar por su soledad” se dice. “Yo antes también temía tanto a la soledad que me hacía llorar. Ahora no. No le temo, no me angustia” se miente. “En realidad, no es que ya no le tema, ni que ya no me angustie. Es que aprendí a cargar con esta angustia todo el tiempo; es tan natural que ya ni para llorar me sirve”, se sincera, finalmente. “Pero al menos, me permite conocerme mejor” se consuela, y sonríe.
            Prefiere seguir mirando el mar. Se acuerda de esa canción que dice “sola con su amor el mar…” y piensa que va muy bien con ella. Ella está enamorada del mar.
            De golpe, una fuerte ola le moja apenas los pies. Sonríe. Se siente feliz.
            Su celular empieza a sonar, sacándola de su ensimismamiento. Ella lo saca de su cartera, que había dejado un poco alejada para evitar que se mojara; mientras, una nueva ola le moja los pies hasta los tobillos. Intenta ver el mensaje que le habían mandado, pero no puede. Una enorme ola, mucho más grande que las anteriores, la empapa, y, casi como si fuera un manotazo, tira del celular que cae al agua. La muchacha se queda perpleja un instante, mientras el mar se revuelve como si estuviera dando brincos de satisfacción. La muchacha comprende lo que pasa, y empieza a reírse a carcajadas.
            Aquella que se había sentado a su derecha y lloraba, ahora la mira sorprendida. O asustada. No se sabe si está preocupada por el celular perdido en el océano, o por la repentina carcajada de su compañera, pero evidentemente, está incómoda.
            La muchacha no le hace caso, acaba de entrar en una especie de delirio. Abre su cartera, saca la billetera. Cuenta los billetes de a uno. Su compañera, aún extrañada, la mira contar su capital. Tiene bastante encima.
            “Uno, dos, tres..” cuenta la muchacha. Termina y vuelve a empezar. “Uno, dos, tres…” . Luego de contar por cuarta vez los billetes, los vuelve a meter prolijamente en la billetera. Saca su DNI y lo mira un largo rato, página por página. Luego,saca tarjetas: de colectivo, la tarjeta de débito que nunca activó, la tarjeta del mecánico, la tarjeta del soldado con el que pasó una noche, allá, hace tiempo. Las mira una por una. En todo lo que hace, parece buscar algo. Como si buscara algo que valiera la pena.
            Luego de volver a guardar todo lo que sacó de su billetera, la muchacha pega un grito de “¡Libertaaaaaaaaaaaaaaad!” y arroja su billetera al mar.
            El océano festeja. Una nueva ola enorme la empapa de pies a cabeza, y ella salta y festeja. Sigue riendo. Cuando voltea, ve que su compañera se aleja. Está demasiado asustada, cree que está loca. “Pues sí, lo estoy amiga. Qué lástima que vos todavía estés cuerda”.
            El proceso de la billetera se repite con todo lo que lleva en la cartera. Va examinando las cosas de a una, hasta descubrir que no tienen ningún valor. Entonces las arroja al mar. Luego de cada arrojada, una ola la moja. Ambos están felices.
            Finalmente, se guarda el paquete de cigarrillos en el bolsillo, y arroja la cartera de cuero. “Chau para siempre!”, le grita. Se sienta, y, cuando está por encender un cigarrillo, una salpicada se lo moja. Ella mira al mar, enfurecida, luego sonríe: “el último, lo prometo”. Las aguas se quedan quietas, y ella prende otro cigarrillo. Lo fuma despacio, mirando el horizonte.
            La marea empieza a subir, y de a poco se acerca a sus pies. Ella mira el agua acercarse, le sonríe. Se quita un zapato, luego otro, y los arroja también al mar. Inhala, exhala.
            Cuando termina su cigarrillo, arroja la colilla, junto con la caja y el encendedor. “Y yo me quejaba de los que contaminaban” se ríe.
            Permanece sentada. Luego se acuesta y cierra los ojos. Escucha. El mar empieza a mojarla cada vez más. No le molesta, le gusta. Siente un placer casi obsceno cuando el agua fría le roza la entrepierna. Se estremece. Con los ojos aún cerrados, se desprende el pantalón, y el agua misma empieza a tirar de él. Entre ambos, logran que la prenda nade mar abajo junto con el resto de las pertenencias de la muchacha.
            El mismo proceso se repite son su remera. La muchacha sigue sin abrir los ojos. No la ve, pero siente la soledad a su alrededor, y siente con una claridad estremecedora el agua del mar cubriéndola hasta los hombros. No deja de sonreír.
            Finalmente, queda completamente desnuda en la roca. Las olas la cubren una y otra vez. Empieza a resbalar por la roca. No se inmuta. Sigue sonriendo. Las olas la hacen resbalar por la roca, ella lanza una carcajada
            El mar la arrastra hacia el horizonte. Mientras se deja llevar, ella piensa que llegar al horizonte es un recurso muy poético para terminar una historia. Que la hace pensar en cosas lindas, como en cumplir sueños. Que a ella le gustaría leer una historia en donde al final, el protagonista alcanza el horizonte.
-Cuando lleguemos, te voy a escribir una historia-le dice al mar. Y sigue sonriendo.

viernes, 13 de enero de 2012

Hoy quería ver el documental "Cupido, la ciencia del amor", una verdadera maravilla que nos explica de manera clara cómo el amor es más del cerebro que del corazón, mal que nos pese a todos aquellos que tenemos algo de poetas adentro nuestro. Solían pasarlo en Canal Encuentro a la hora del almuerzo, y me divertía mucho viéndolo.
Como sea, antes de darme cuenta de que era eso lo que quería ver, busqué en google "ley de atracción", y los resultados que encontré fueron sobre el libro "el secreto". Con un poco de lectura rápida, característica de los jóvenes de nuestros tiempos, me di cuenta de que se trataba ni más ni menos que de esa teoría que dice algo así como que somos lo que pensamos. Sin ser especialmente partidaria de la "new age", siempre creí, intuitivamente, un poco en eso: cuando ponemos nuestros pensamientos con el interrupotor de "vaso medio lleno" encendido, la vida va mucho mejor. Así que leí algunas cosas que me fueron apareciendo, hasta que llegué a un punto que me preocupó mucho.
Uno de los "6 pasos sencillos para aplicar la ley de atracción a nuestra vida" (?), el primero de hecho, dice "ten en claro lo que quieres, lo más específico que se pueda". Ups. Así que ahí esta el problema: no importa qué tan positiva sea si NO SÉ LO QUE QUIERO.
Sí, ya sé, es el descubrimiento más básico y estúpido que una persona puede hacer. Pero es mi gran piedra en el zapato, la clave: siempre sé que busco algo, pero nunca sé qué es.
No sé si cambiará mi vida por descubrir semejante boludez, y definitivamente estoy segura de que no me va a cambiar la vida escribir sobre ello en mi blog, pero quizá si algún incauto lee esto esperando algo interesante, le digo:
TENGAN EN CLARO LO QUE QUIEREN
Y si no lo tienen en claro, al menos tienen el enlace a "cupido, la ciencia del amor" que es un documental maravilloso :)